UN 30 DE SEPTIEMBRE DE 1897 FALLECIO EL GENERAL MANUEL
BAQUEDANO
(ORBE).-
En la ciudad de Santiago falleció el 30 de septiembre de
1897, el General Manuel Jesús Baquedano González, a los 74
años de edad, el soldado que triunfó en todas las batallas
que estuvieron bajo su mando, llegando a obtener el título de
«invencible». Fue el héroe legendario de la Guerra del
Pacífico, que con su entrada triunfal a Lima, puso un broche
de oro a las páginas de su vida militar, de su estrategia y
de su amor a la Patria.
Entre los numerosos discursos de despedida, las palabras del
General Wenceslao Bulnes Riquelme, su leal subalterno,
terminaron con el siguiente párrafo:
«Señores, si alguna vez el viento de la guerra batiera de
nuevo nuestras viejas banderas y si el patriotismo nacional
tuviera una hora de desaliento, bastaría venir a esta tumba,
que desde hoy es un templo, a recoger en ella las
inspiraciones que alentaron el espíritu del General
Baquedano».
Baquedano nació en Santiago el 1 de enero de 1823, en el seno
de una familia con tradición militar, iniciando sus estudios
en el colegio del clérigo Juan de Dios Romo, que luego siguió
en el Instituto Nacional, donde fue compañero del futuro
Presidente de la República Federico Errázuriz Zañartu, su más
entrañable amigo; Eusebio Lillo Robles, compositor de nuestra
actual letra del Himno Nacional y Emilio Sotomayor Baeza,
militar que tuvo una gran actuación en la Guerra del
Pacífico. Mientras que el deporte favorito de Baquedano fue
siempre la equitación.
Al estallar la Guerra contra la Confederación Perú-boliviana
en diciembre de 1836, surgió en Baquedano el «soldado
patriota», y a escondidas sin el permiso de sus padres,
partió al Perú, dispuesto a combatir por Chile, embarcándose
de polizón en el transporte «La Hermosa Chilena», que zarpó
en julio de 1838 al norte.
En el barco iba el regimiento de los Cazadores a Caballo,
comandado por su padre. Luego de días de navegación fue
descubierto, y ante la imposibilidad de devolverlo a Chile,
se le incorporó al batallón, con solo 15 años de edad. De
esta manera, participó en las batallas de Portada de Guías,
Huaraz, Matucana y Yungay, siendo promovido a Alférez en
agosto de 1838 y teniente graduado en marzo de 1839.
De regreso en Chile, Baquedano comenzó su educación militar,
y solo en enero de 1845, cuando tenía 22 años de edad, fue
ascendido a Teniente efectivo del regimiento de Cazadores. La
segunda actuación de guerra que le cupo fue años después con
el grado de Capitán, durante la Guerra Civil de 1851. Y como
era su norma, no vaciló en ponerse al lado de la Constitución
y las leyes de la República.
Su conducta más heroica en la lucha fratricida la tuvo en las
riberas del río Loncomilla, en diciembre de1851, salvando la
vida del General Manuel Bulnes Prieto de una emboscada
rebelde. Oportunamente escudó con su cuerpo al Comandante en
Jefe y ex Presidente de la Nación, liquidando de un balazo al
atacante más peligroso.
Finalizada la batalla, Baquedano cruzó hacia el campo
adversario, pues allí había combatido su padre, el General de
Brigada Fernando Baquedano. Padre e hijo habían sido rivales,
pero los lazos de sangre se mantenían inalterables. Encontró
a su progenitor gravemente herido en una ambulancia. Un
tierno abrazo unió a los nobles soldados. Después de este
enfrentamiento el padre se retiró a la vida civil.
En abril de 1854, Baquedano se vio involucrado en un confuso
motín de cuartel, luego de lo cual fue enviado a una ciudad
de La Frontera como Jefe de Plaza. Renunció al servicio
activo, y con sus ahorros y créditos adquirió un fundo cerca
de la ciudad de Los Ángeles, al que llamó Santa Teresa.
El gobierno no aceptó su renuncia y lo nombró ayudante de la
comandancia general de Armas de Valparaíso en marzo de 1855.
Ante una petición del mismo Baquedano, en abril fue
trasladado con igual cargo a la comandancia de Armas de
Arauco, para que estuviera cerca de su fundo.
Baquedano retomó a su vida militar activa a principios de
1859, cuando el gobierno de Manuel Montt Torres lo llamó para
enfrentar la revolución que estalló en Concepción, como
consecuencia de una nueva Guerra Civil que debió enfrentar el
país. Luego, por sus servicios fue ascendido a Sargento Mayor
efectivo en junio de ese año.
A fines de 1868 fue requerido de nuevo en el Ejército, ahora
como Teniente Coronel, frente al levantamiento indígena
encabezado por Quilapán y otros caciques. Participó en
diversos enfrentamientos en Malleco y en Renaico, de enero a
mayo de 1869. Por sus servicios, en septiembre de ese año, le
fue confiado el mando del regimiento Cazadores a Caballo, el
mismo cargo que tuvo su padre.
En 1876, Baquedano fue ascendido a General de Brigada. Este
cargo tenía cuando estalló la guerra con Perú en abril de
1879. Su participación en ella se inició en la Campaña de
Tarapacá, segunda fase de la Guerra del Pacífico, como
Comandante de la Caballería, cuando en noviembre de 1879
desembarcó en Pisagua bajo las órdenes del General y
Comandante de Infantería Erasmo Escala Dávila.
El prestigio militar de Baquedano se vio enaltecido por su
destacada dirección y participación en las batallas de
Chorrillos y Miraflores en enero de 1881. Allí, gracias a los
logros obtenidos por los hombres bajo su mando, se pudo
ocupar la capital peruana en menos de un mes.
Baquedano volvió a Chile cuando el gobierno de Aníbal Pinto
Garmendia decidió que la mayoría del Ejército debía regresar,
debido al alto costo de mantención de las tropas. Coronada
sus sienes con el laurel de la victoria, regresó al país,
llegando a Valparaíso el 11 de marzo de 1881. El primer
puerto nunca vio algo parecido. La bahía era una «hoguera de
patriotismo».
Al descender Baquedano del «Itata», lo hizo vistiendo su
uniforme de campaña y con un sencillo quepis. Nada de
entorchados ni ostentaciones vanas. El pueblo todo comprendió
aquel acto de modestia y prorrumpió en vivas sin fin. Sus
tropas marcharon bajo 23 enormes arcos de triunfo, levantados
en honor de los vencedores. Y los festejos se repitieron en
Santiago, donde adquirieron, lógicamente, mayores
proporciones.
En el banquete oficial que el Presidente Pinto le ofreció en
Santiago, Baquedano señaló: «Un ejército formado, como el
nuestro, por la abnegación, el patriotismo, las grandes
virtudes cívicas, no podía ser vencido; era un ejército de
ciudadanos transformados en leones y prenda segura de
victoria. Si hemos vencido, lo debemos a los ciudadanos y a
los soldados».
Por aquellos días se presentó al Congreso una moción para
otorgar a Baquedano el título de Capitán General y darle una
recompensa en dinero. El General pidió que se retirara el
proyecto. Sólo anhelaba retornar al Perú para concluir
definitivamente la guerra.
Como su única aspiración no le fue concedida, el héroe estimó
completada su carrera y presentó su expediente de retiro
absoluto, el que fue aceptado con fecha 3 de mayo de 1881.
Sin embargo, mediante una ley de agosto de ese año, se le
otorgó por el resto de su vida, honores, sueldos y
gratificaciones como General en Jefe en Campaña.
Al año siguiente, fue elegido Senador por Santiago entre 1882
a 1888 y por Colchagua entre 1888 a 1894, siendo también
consejero del Estado. En 1889 viajó a Europa.
No estuvo comprometido en la Guerra Civil de 1891, por cuya
circunstancia el Presidente José Manuel Balmaceda Fernández
abdicó, dejándole a Baquedano el mando de la Nación, después
de la batalla de Placilla, cuando las fuerzas militares del
Congreso derrotaron a las del gobierno, en la noche del 28 de
agosto de 1891.
Entonces Baquedano mandó a llamar a la Junta de Gobierno que
se encontraba en Iquique y a la llegada de éstas, entregó el
cargo y se retiró definitivamente a la vida privada.
Para llegar a obtener el título de «invencible», el ilustre
Baquedano recorrió una larga senda guerrera, desde los 15
años de edad. Y cuando la paz le mantuvo alejado del campo de
batalla, no dejó de practicar una vida austera, dedicada por
entero a su profesión militar, con el mismo ardor y
eficiencia como acostumbraba hacerlo frente al enemigo.